Marzo trajo consigo
un montón de cosas buenas, como el regreso del apacible otoño, el fin de la
estúpida alegría veraniega, los nueve recitales de Waters y la vuelta a las
aulas de los estudiantes, lo que no puede ser más que positivo teniendo en
cuenta que lo que vuelve a ponerse en marcha es la rueda del conocimiento.
Ahora, ¿cómo tomar contacto con esta fiesta del saber si uno no cursa ninguna
carrera? La respuesta es simple: en los bares universitarios, esos lugares donde todo el
mundo lee, subraya, fuma, conversa y bebe café. Además estos establecimientos suelen ser
bastante baratos (se supone que los estudiantes nunca tienen dinero) y están
abiertos a cualquiera que se acerque, sin que haya que exhibir ningún carnet.
Córdoba y Junín: la Recoleta universitaria
Si bien varios bares de la zona llevan nombres de lo más académicos (como “La
Cátedra”, “Café de la Facu” o “Café de las Ciencias”), en cualquiera de
ellos el café está a precio Palermo y el menú mediodía no baja de los $42, un
poco mucho para los bolsillos flacos de un universitario promedio. Por eso tal
vez lo mejor sea entrar a la Facultad de Económicas (Córdoba 2122) y dirigirse
ahí mismo en la planta baja hasta la rotonda, donde un local llamado “Eco
Gourmet” ofrece una milanesa con guarnición por $16 y mate con bizcochos a $13,
todo en un ambiente rústico de paredes naranjas y mesas de madera cuarteada.
Menú psicológico
La situación es parecida en la Facultad de Psicología de Hipólito Yrigoyen 3242, a pocas cuadras
de la Plaza Miserere. “Los bares de adentro de la facu están manejados por el
centro de estudiantes, por lo cual tienen precios muuuuy baratos: podés
desayunar un té con dos facturas por 3 módicos pesos, o almorzar un pan relleno
y un agua por 10”, cuenta Laila Litvin, que con sus 24 años está recién
recibida de esa casa de estudios. “Además –agrega- suelen traer muchas cosas de
panadería elaboradas por el proyecto ‘Pan del borda’, hay tartas, empanadas,
medialunas con jamón y queso, pebetes, etc. El café es bastante asqueroso, pero a veces hasta te prestan el equipo de mate. Y siempre hay gente, mucha gente,
incluso algún peatón que vio luz y entró sin cursar en la facultad”.
Constitución o Barbarie
Como se sabe, la
Facultad de Ciencias Sociales está en pleno proceso de contar por fin con su
mentado “edificio único” en el barrio de Constitución (Santiago del Estero y
Carlos Calvo). “La sede de Consti es relativamente nueva, recién el año pasado
se sumaron las carreras de Ciencia Política y Comunicación, antes solamente
estaba Trabajo Social. El barcito actual carece de identidad propia, las sillas
y mesas son de plástico y están desparramadas por el hall como en un buffet de
un club de tenis. No sugiere otra cosa que no sea la idea de tránsito”, explica
Pato Foglia, hasta hace poco estudiante de Políticas.
“Pero lo que no puedo
dejar de mencionar acá es la historia de otro barcito: uno que se llamaba ‘La
Barbarie’ y quedaba en la anterior sede de la calle Ramos Mejía, donde siempre había
comida rica y muy barata. Los platos del día no pasaban de los $5 y los
parroquianos típicos iban desde rotos totales hasta perdidos que naufragaban hasta
el bar, pasando por los militantes troskos y peronistas y hasta famosos: Mike
Amigorena vivía al lado de la sede y alguna vez se pasó por ahí, otro habitué
era Washington Cucurto. La Barbarie tenía el encanto de un hermoso ecosistema
lumpen. Todo estudiante se escapó alguna vez de una clase para ir al bar y
meterse en una discusión sobre el peronismo de los 70 o la Revolución Cubana,
el tema importaba menos que la ductilidad verbal que exigía, una verdadero gym retórico.
Además, si la charla seguía, entonces las birras también”, recuerda Pato.
Una vez que el CBC de Bulnes de mudó a Ramos, las nuevas autoridades desalojaron a La Barbarie, cuyos mentores continuaron así y todo dando pelea por resistir con su bar. “Se trata de un comedor que fue ganado por estudiantes en lucha ante la ausencia de comedores populares que la universidad estatal debería proveer", señalaron los estudiantes en su momento a través de un comunicado.
Una vez que el CBC de Bulnes de mudó a Ramos, las nuevas autoridades desalojaron a La Barbarie, cuyos mentores continuaron así y todo dando pelea por resistir con su bar. “Se trata de un comedor que fue ganado por estudiantes en lucha ante la ausencia de comedores populares que la universidad estatal debería proveer", señalaron los estudiantes en su momento a través de un comunicado.
Arquitectura gourmet
No es posible seguir
este recorrido sin asignar unas líneas al proyecto edilicio más importante
realizado en la UBA: la Ciudad Universitaria, que comenzó a construirse en 1958.
“No hay mucho que decir sobre el ‘bar’ de la FADU,
(Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo), más bien deja bastante que
desear. Queda en el patio central del edificio, (tercer pabellón), y es en
estos términos espaciales donde obtiene su mayor ventaja, ya que goza de un
provechoso lugar para desarrollar sus actividades, sumado a que se encuentra en un espacio de triple altura, (el primero y el segundo piso
balconean hacia él), coronado por un techo de lucarnas que le da cierto
atractivo”, revela Francisco Pignataro, quien cursa Arquitectura desde 2006.
“Aun así, a causa de
la profusa cantidad de afiches políticos y el deteriorado aspecto del
mobiliario, junto con una sensación lúgubre por la ausencia de una correcta
iluminación, hacen de este lugar un espacio poco feliz. De hecho creo que, de
no ser por encontrarse en el acceso principal, nadie evaluaría sentarse en una
de sus sillas. Los precios y la calidad de sus productos tampoco ayudan. Por
suerte se reabrió el histórico ‘Bar de Estudiantes’, en el ala
norte de la facultad, con pintorescas visuales hacia el Río de la Plata. Los precios
son accesibles y se ofrece también una variedad interesante de facturas, junto
con un café aceptable”, observa.
Mi mundo privado
¿Y qué hay de las
instituciones educativas privadas? Allí también hay de todo, desde el modesto
“bar del quinto piso” de la Universidad Austral hasta el café top de la sede
Punta Chica de San Andrés, que con su vista hacia el fabuloso campus casi parece
el desayunador de un hotel cinco estrellas. Eso sí: lo que antes aparecía
abierto a todo público ahora dejó de serlo, ya que en la mayoría de las
entradas de estos edificios han puesto molinetes. “Me acuerdo que hasta no hace
muchos años trabajaba en una oficina en Chile y Carlos Pellegrini, y de ahí
solíamos salir a almorzar al bar de la UADE: la comida era fresca, el ambiente
amable y los precios convenientes”, recuerda Valeria. Y completa: “un
mes atrás andaba por la zona y quise volver… pero cuando vi los molinetes, me
eché atrás”. Una pena, teniendo en cuenta la apertura que en general se supone
debería tener un ámbito académico. Una pena y una razón más para apostar por la
educación pública.
Políglotas del mundo, uníos
La idea de parar a
almorzar en un bar de estudiantes no tiene por qué reducirse a las
universidades. La sede central de la Alianza Francesa de Buenos
Aires (Córdoba 946) esconde en su primer piso un restaurant y café que es un
verdadero tesoro. “Le Bistrot”
(así se llama) ocupa un pequeño espacio con un vitral espléndido y ofrece
buenos platos para el mediodía y una amplia oferta de pastelería francesa a
precios más que razonables. Para entrar no hace falta ser estudiante ni
miembro: nadie pregunta nada a quien directamente suba la escalera caracol de
la derecha y, llegado el caso, diga sin rodeos: “voy al bar”. Otro ejemplo es el de la sede de Virrey del Pino 2750 del Centro Universitario de
Idiomas, más conocido como “CUI”. Ahí se enseña una veintena de lenguas en
cursos regulares e intensivos, y para descansar en los recreos los alumnos
disponen de un bar con una terraza al aire libre que, sin ser nada del otro
mundo, en verano se presta perfecta para tomar algo y socializar con los
compañeros.
Esta nota fue publicada en la revista Playboy.
Esta nota fue publicada en la revista Playboy.
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