martes, 25 de septiembre de 2012

¿Te suena California?

Un repaso cronológico por las canciones que evocaron esta tierra dorada en el sonido de guitarras deliciosas y una sucesión de imágenes de playas, rubias pulposas y algún que otro sueño roto. Un track list ideal para un viaje por la costa del Pacífico.

‘California Sun’ (1964, The Rivieras)
La canción fue grabada por primera vez en 1961 por Joe Jones, pero fueron los Rivieras quienes la convirtieron en un superéxito veraniego, más allá de que estos chicos eran en realidad de Indiana y por lo menos hasta ese momento no habían tomado contacto con ‘the warm California sun’. Es cierto que su interpretación tiene un saborcito difícil de imitar, pero igual desde aquí nos quedamos con el cover que en 1977 hicieron Los Ramones, quienes con su registro simple y todo versionaban con una soltura y naturalidad envidiables, rescatando además unos clásicos estupendos a los que siempre sacaban partido.

‘California Girls’ (1965, Beach Boys)
Qué banda los Beach Boys. En la primera mitad de los ’60 fue por lejos la más representativa del estilo de vida californiano, así como también de la música y la cultura surf. Integrada en un principio por los hermanos Wilson (Brian, Dennis y Carl), a la formación se sumó primero un primo (Mike Love), luego un compañero de estudio de Brian (Al Jardine) y más tarde Bruce Johnston. El padre de los Wilson -un tal ‘Murry’- era un compositor frustrado al que le gustaba dárselas del inventor del grupo, aunque en realidad era un violento maltratador que siempre estaba dirigiendo a sus hijos unas críticas despiadadas. La madre, Audree Korthof, tendía a desentenderse de la pesadilla tomando vodka, y hasta donde se sabe jamás discutió una orden de su marido. Tal vez parte de ese esquema ‘padre autoritario-madre negadora’ haya influido en el hecho de que, en pleno éxito de la banda, Brian comenzara a escuchar voces dentro de su cabeza y sufrir ataques de pánico. Al principio buscó parar la ansiedad fumando marihuana, pero los efectos fueron más bien los contrarios, hasta que una noche 1965 decidió probar con otra cosa: el LSD. Tras la ingesta el músico llegó corriendo a un dormitorio y se ocultó bajo una almohada, gritando: ‘¡tengo miedo de mi mamá!, ¡tengo miedo de mi papá!’. Luego se levantó, dijo algo así como: ‘oia, esto es bastante bueno’, se dirigió a un piano y comenzó a tocar las notas de ‘California girls’, que al día siguiente terminó junto a Mike Love. Con sus problemitas y todo Brian fue una verdadera máquina musical, que entre los 19 y los 24 años dirigió, compuso, arregló, cantó, tocó y produjo 41 discos sencillos y 12 elepés, casi todos convertidos luego en grandes éxitos.

‘California Dreamin’ (1965, The Mamas and the Papas)
Considerada una de las canciones más representativas de los ’60, ‘California Dreamin’ fue escrita por John y Michelle Philips mientras vivían en Nueva York, inspirándose en la nostalgia de Michelle por su tierra natal. El tema se transformó en el primer gran éxito de este grupo folk pop, uno de los pocos –tal vez junto a The Beach Boys y The Byrds- capaces de mantener su éxito durante la llamada ‘invasión británica’. La letra parece escrita en pleno invierno neoyorkino, uno de esos días en los que a uno se le cruzan por la cabeza ideas como ‘qué seguro y tibio me sentiría si estuviera en LA’.

‘California’ (1971, Joni Mitchell)
Un tema adorable cuya autora es esta también adorable cantante y pintora canadiense. En la canción Mitchell reconoce extrañar al ‘Golden State’ como si fuera su propio hogar, tal vez porque California supo encarnar un ideal libertario que flameó en los sueños de toda una generación. Su letra atípica y compleja (como lo son casi todas las letras de Joni) se combina con una melodía dulce y melancólica. Un caramelo para almas sensibles.

‘Going to California’ (1971, Led Zeppelin)
Es la penúltima canción de su cuarto álbum de estudio, ‘Led Zeppelin IV’ y –hablando de Roma- fue dedicada a Joni Mitchell, a quien tanto Jimmy Page como Robert Plant profesaban una profunda admiración. Su estilo bien folklórico se amalgama de maravillas con la inconfundible voz de Plant, la guitarra acústica de Page y la mandolina de John Paul Jones. Pura belleza rockera.

‘Back to California’ (1971, Carole King)
‘So won't you carry me back to California/I've been on the road too long/ take me to the west coast, daddy/and let me be where I belong’, entonaba la dulce voz de Carole King desde su tercer album, ‘Music’. Si bien tuvo su mayor éxito como intérprete en la primera mitad de los ’70, King fue en realidad una compositora de éxito desde mucho antes y lo siguió siendo mucho después, con hitazos como ‘(You Make Me Feel Like) A Natural Woman’ y ‘The Loco-Motion’, por mencionar solo algunos. En este tema –que desde aquí nos suena bien ‘rutero’- la artista de Brooklyn hace gala de su estilo setentero y seductor.

‘Hotel California’ (1976, Eagles)
Su preciosa introducción resulta inconfundible, y no por nada su solo de guitarra aparece en el octavo puesto de los mejores solos de la Guitar Magazine pero, ¿de qué habla en realidad ‘Hotel California’? La letra es de lo más misteriosa y menciona desde la adicción a las drogas hasta la misma muerte, incluyendo además peligros, tentaciones y la siempre fugaz naturaleza de la fama, entre relaciones turbulentas y el inevitable fin del amor, todo en el marco de un perturbador hotel en el que el viajero/narrador decide hacer un alto. La canción sería a lo largo de los años presa de decenas de covers, como es el caso de esta versión de los Gipsy Kings que suena en un tramo de Big Lebowski, amén de que el ‘Dude’ termina despotricando más tarde contra los ‘fukin Eagles’.

‘Floodin in California’ (1983, Albert King)
Era claro que en esta lista no iba faltar el blues, y aquí lo traemos de la mano de un músico enorme que de chico arrancó cantando en los campos de algodón de Mississippi y terminó reconocido como uno de los ‘Tres Reyes del Blues a la guitarra’, junto a B.B. King y Freddie King. No sabemos exactamente a qué inundación se refiere este poderoso tema, pero claramente lamenta que ‘la lluvia no para’ mientras King intercala unos solos punzantes de su Gibson Flying V.

‘California Sunset’ (1984, Neil Young)
Desde acá lo bancamos a Neil Young cuando rumbea para el lado del country, y por eso rescatamos esta canción desde su disco ‘Old ways’, al que también se sumaron Willie Nelson y Waylon Jennings. Young es en realidad oriundo de Canadá, pero ya de muy joven se mudó a California, y de hecho allí sigue viviendo en un rancho de La Honda.

‘I remember California’ (1988, R.E.M.)
Gran banda R.E.M, virtuoso guitarrista Peter Buck y alto pelado Michael Stipe, aunque este tema en particular (décimo track de su álbum, ‘Green’) no termina de resultarnos demasiado significativo. Que el propio lector decida.

‘Californication’ (1999, Red Hot Chili Peppers)
Californianos hasta la médula y considerados los inventores del punk funk, los Red Hot no podían seguir eludiendo a su tierra natal, y así fue que decidieron ‘homenajearla’ en su séptimo álbum de estudio, el más comercial de la banda. ‘Californication’ (el disco) incorporó varias insinuaciones sexuales e introdujo también la muerte, el suicidio y las drogas, cuestiones por demás entrañables al mundillo del rock. Pero California volvería a aparecer años después en el primer track de ´Stadium Arcadium’, titulado ‘Dani California’. La canción -que se lanzó a través de un video que hace una cronología de la evolución del rock- cuenta la historia de una chica muy pobre de Mississippi que se hace ladrona de bancos y muere estando embarazada. El personaje había aparecido ya en una estrofa de ‘Californication’: ‘A teenage bride with a baby inside getting high on information’ (una novia adolescente embarazada consiguiendo información para drogarse). Un tremendo dramón para el que la melodía resulta quizás demasiado festiva.  

‘California’ (2004, Lenny Kravitz)
Leonard Albert ‘Lenny’ Kravitz no es simplemente un cantante popular: es un compositor, multi-instrumentista y productor que, además de hacer la voz principal y las de apoyo de sus temas, suele tocar él mismo todas las guitarras, bajo, batería, teclados y percusión cada vez que graba. Todo un laburante que en esta canción, aparentemente, expresa sus propios sentimientos tras mudarse a California.

‘Fuck California’ (2004, The Presidents of the United States of America)
Más conocidos como ‘The Presidents’ (o directamente ‘PUSA’) esta banda de rock alternativo o ‘pop punk’ se caracteriza por sus letras humorísticas, en contraposición con la ‘protesta’ que en general suele asociarse al estereotipo punk. En este tema, sin ir más lejos, proponen una verdadera balacera de puteadas que gritan ‘Fuck California’, ‘Fuck San Francisco’, ‘Fuck San Bernardino’ ‘Fuck Santa Cruz’ y hasta ‘Fuck Winona Ryder’.

‘California on my mind’ (2009, Wild Light)
‘A la mierda con hoy, a la mierda con San Francisco, a la mierda con California’, reza la letra de esta canción haciendo gala de una sutileza finísima. El tema proviene del único disco que hasta ahora lanzó la banda (titulado ‘Adult Nights’) y el mensaje suena desde luego bastante furioso, de hecho el propio vocalista del grupo, Tim Kyle, reconoció en una entrevista haberlo escrito ‘durante un mal día’. No será el tema del año pero sí se deja escuchar, y por momentos la voz de Kyle cabalga con una gran elegancia sobre un potente enredo de armónicas y guitarras. Sugerimos que usted mismo lo pruebe. 

‘California King Bed’ (2010, Rihanna)
Si bien no se trata de un estilo musical que en particular nos conmueva, tampoco se puede negar que algo tendrá esta barbadense de veinticinco años que no para de meter hit tras hit en los ránkings del mundo. De todas formas la incluimos, porque en este blog somos democráticos.

‘California Gurls’ (2010, Katy Perry)
La situación es parecida a la de la canción anterior: se trata de una chica que no nos encanta, pero su capacidad de generar hits es tan apabullante que uno no puede más que rendirse ante la evidencia de que algo extraordinario deberá tener. Hubo sí una canción, ‘Hot N’ Cold’, que en un principio pareció tocarnos cierta fibra, pero todo terminó cuando la publicidad arruinó la magia, tal como les pasó a tantos otros temas prometedores. Yendo al grano: desde su tercer álbum de estudio, ‘Teenage Dream’, lo que sigue se llama ‘California Gurls’ y cuenta con la invalorable participación del rapero Snoop Dog.

‘California 37’ (2012, Train)
Famosos por su megahit ‘Hey Soul Sister’ (quemado también por un comercial), esta banda de San Francisco es calificada por los compañeros de All Music como unos de los ‘baladistas’ más populares de los últimos tiempos. ‘California 37’ es su sexto álbum de estudio, cuyo noveno track homónimo aquí presentamos.  

‘California’ (2012, Delta Spirit)
Delta Spirit se ha venido caracterizando por combinar instrumentos no convencionales y desarrollar sus temas mediante el instrumentalismo y la espiritualidad, basándose en una serie de composiciones que se balancean entre el rock y el soul. Esta canción de su tercer álbum de estudio (a nuestro entender, olvidable) propone así y todo algo tan inteligente como: ‘Quiero que te mudes a California por ti/ quiero que encuentres todo lo que tu corazón necesita/quiero que te mudes a California por ti/pero no por mi’.

‘Queen Of California’ (2012, John Mayer)
‘Born and Raised es un disco reflexivo y melodioso que aleja a Jouhn Mayer de su paso fugaz por el estrellato de Hollywood y los escándalos amorosos (Jennifer Aniston, Taylor Swift), y lo acerca más al estilo de los singers/songwriters de los setentas, como si estuviera tras los pasos de Neil Young’, escriben con conocimiento de causa desde nuestro blog amigo Malbec&Blues. En suma: ‘Queen of California’ es un tema con agradables armonías en la guitarra en el que este joven artista criado en Connecticut relata con cierto tono triste cómo sus sueños ‘ya no son lo que eran’. Para tener en cuenta.

‘Cruising California’ (2012, The Offspring)
Hasta los fans más acérrimos de la banda aseguran que la canción es tan mala (más precisamente, tan ‘corny’), que no puede ser más que un chiste. Y hay que decir que la letra suena bastante pava, aunque la melodía no es tan horrible y al final termina resultando pegadiza. Como sea: somos muchos los que, por diversos motivos, les tenemos cariño a estos punkitos del Orange County, así que con ellos nos despedimos de este tour.

Hasta la próxima. 

viernes, 3 de agosto de 2012

¿Por qué Villa del Parque?

Cada quien vive donde quiere, o donde puede. Desde aquí, algunas de las razones para instalarse en este sencillo pero colorido enclave de la ciudad autónoma.

En Villa del Parque hay lugar
Lugar para vivir (no está todo copado hasta el cielo, como en Belgrano); lugar para estacionar (casi todas las calles son anchas); lugar para pasear el perro y distenderse (Agronomía); lugar para circular plácidamente sin tener que andar por ahí chocándose con todo el mundo. En Villa del Parque no vive tanta gente, así que no suele haber cola en el supermercado, ni muchos embotellamientos, ni listas de espera en los restaurantes. Casi nadie viene a Villa del Parque si no es porque tiene un amigo, o un pariente, o una novia, y eso porque acá no hay nada extraordinario más allá del paisaje arbolado, casas bajas, negocios de barrio y  gatitos en las ventanas.

Villa del Parque es barato
Alquilar no es tan caro, pero no es solo eso: dado que los alquileres de los locales también son más baratos, por ende resultan a la vez más económicas cosas como el lavadero, el café, la ropa, el gimnasio o los tomates. Sí es cierto que por la zona cercana a la calle Beiró (donde Villa del Parque se “devotiza”), es todo un poco más costoso; pero en lo que son los límites con La Paternal y Floresta no hay motivo para escandalizarse con los “valores turista”.

Villa del Parque respira fútbol
“Frente a la plaza, en la calle Marcos Sastre, funcionaba el Club Parque, de cuyo departamento de fútbol infantil surgieron figuras como Juan Pablo Sorín, Esteban Cambiasso, Carlos Tévez, Fernando Gago y Federico Insúa, y donde también jugó alguna vez nada menos que Diego Armando Maradona. A escasas cuadras, en Nogoyá 3045, se levanta la sede Capital del Racing Club de Avellaneda, espacio de importantes actividades deportivas y culturales del barrio”, apuntan desde Wikipedia.  

Villa del Parque está surcado por numerosos bondis
Como por ejemplo el 24, el 47, el 63, 80, 84, 105, 109, 110, 124, 133, 134, 135 y 146. Villa del Parque también está a pocas cuadras a pie de ese verdadero golazo que resultó ser el Metrobús, y como si fuera poco en términos de conexiones el ferrocarril General San Martín te deja en Retiro en menos de veinte minutos y es una de las pocas líneas que aún permite una de las experiencias ferroviarias más placenteras y excitantes: la de viajar sentada en la escalera con la puerta abierta, mejor si es con lentes de sol y el pelo al viento. Falta que nos abran la estación San Pedrito del subte (a propósito, ¿para cuándo?) y estamos listos. 

Villa del Parque hace escuela en tango
En Terrada 2410 Mariano Mores compuso su célebre ‘Cuartito Azul’, presumiblemente al ver como se descascaraban las paredes de uno de los dormitorios de la vivienda que hoy puede visitarse los fines de semana de 11 a 19. También Horacio Salgán empezó su carrera en el Cine Universal de Villa del Parque, y se sabe que Julio Sosa vivió en el barrio justo antes de su trágica muerte. Hay quienes cuentan que en la esquina de Melincué y Cuenca (donde ahora pusieron un Farmacity), había un bar en el que alguna vez Aníbal Troilo se quedó bebiendo hasta cualquier hora, y cuando alguien por fin le sugirió “Pichuco, ya vamos”, él se quedó mirando a la nada y con una voz como de ultratumba dijo: “Vayan ustedes”. Pero Villa del Parque está repleto de tangueros viejos, tangueros que, si nos dan ganas, podemos ir a bailar cualquier día de la semana, total que tenemos al mejor profesor del mundo y él enseña algunas veces en la Asociación de Vecinos de Villa del Parque, otras en Gimnasia y Esgrima y también en la Asociación Cultural H.L de Roffo y en la Vecinal de Fomento y Cultura ‘Corporación Mitre’. Por lo menos milonga hay para rato.

En Villa del Parque se come más o menos bien
Claro que no sobran los bistrocitos, ni hay Starbucks, ni cupcakes, ni restaurantes japoneses, y muchísimo menos cafés con campanas sangucheras preciosas y flores y pizarrones; pero sí tenemos un montón de parrillas modestas y económicas; y también hay un bar (La Unión, en Cuenca y Nazarre) donde hacen unos tostados riquísimos, los mozos son amables y el wi-fi corre como un avión. Es cierto que los nombres de los locales pueden sonar un poquito repetitivos (se puede comprobar en este link), pero eso no es problema en tanto no nos cobren 8 pesos una factura por el solo hecho de que la panadería tenga un nombre como “La medialuna esquizofrénica”. En suma: que “Del Parque” está bien si con eso podemos darnos una idea de lo que nos vamos a encontrar.

Villa del Parque tiene blues
“Noche”, lo que se dice “noche”, en Villa del Parque no hay, pero sí funciona sobre la calle Cuenca (cuándo no) el club ‘Eter’, donde de jueves a domingos tocan excelente bandas de blues, jazz y rock en un ámbito acogedor y provisto de una buena barra de tragos a precios más que razonables. ¿Qué cuanto sale la entrada, preguntó alguien? Nada. Cero pesos. Y a los grupos tampoco les cobran por tocar. Recomendable siempre, pero sobre todo cuando tienen lugar las llamadas ‘Jam Jazz Nights’, de las que cualquier instrumentista o vocalista puede participar para zappear hasta que la velada o el público digan basta.

Desde Villa del Parque se ve el cielo
En la calle, o por la ventana, o desde las terrazas, porque la mayoría de las casas son bajas. Pero hay algo todavía más destacable: es raro ver en Villa del Parque una propiedad que sea un castillo y al lado otra que luzca como una choza. Acá todo es más o menos parejo, y eso también puede ser muy digno. Entre estas calles de Buenos Aires la vida se presenta bastante real, barrial sin afectación, normal, accesible, abierta. Y es reconfortante saber que aun con cortes de luz, aun con vecinos encandalosos, y cada tanto alguna rata, aun con la soledad –todavía y siempre-; así y todo es posible disponer de un par de baldosas debajo de un techo donde acomodar nuestras cacerolas, petates, libros, y con muchísima suerte un gato, para armarse ahí un refugio al que volver cuando uno tiene ganas de conectar con ese mundito propio, recostarse sobre una cama caliente o encontrar algo de paz. 

lunes, 18 de junio de 2012

Buenos Aires, tierra de teatro

Aunque los números no cierren y en el camino haya que dejarse la vida, el teatro independiente porteño sigue en carrera y mostrando además una calidad extraordinaria.

Las obras de teatro independiente no son productos que puedan venderse de antemano, ni resumirse en un trailer vertiginoso o un par de diálogos publicitarios. El deleite que provocan es más… sutil. Más complicado. Porque no se trata de puestas “divertidas”, o de textos con ideas facilongas para que la gente se vuelva a casa feliz y con las expectativas colmadas. Sin embargo, contra toda regla del marketing, en Buenos Aires las obras de teatro independiente se multiplican, y el público las acompaña, y la crítica las celebra, quizás justamente porque ese placer sutil –el que arranca por ingresar a una sala pequeña, obligarse a comprender otros lenguajes y quedarse, al final, con la cabeza llena de preguntas- constituye el acceso a un tipo de sensaciones tan sublimes como auténticas.

A principios de 2002, cuando los medios del mundo relataban cómo la Argentina se caía a pedazos, algunos corresponsales fueron suspicaces como para notar otro fenómeno más allá de los cacerolazos: el de una cartelera teatral que se mostraba más viva que nunca. Aun entonces se exhibían en Buenos Aires más espectáculos que en muchas ciudades del Primer Mundo, y ni hablar si los datos se cruzaban con los de países vecinos.

Hoy, lejos de decaer, la movida del off porteño se mantiene de lo más burbujeante: sólo en una semana se exhiben en la ciudad unas 700 obras, y lo mejor es que no se trata de un boom ni de una moda, sino de un fenómeno sostenido y de largo aliento. Porque en Buenos Aires hay teatro en la calle Corrientes, pero también en las salas mínimas, en las plazas, en las cárceles y en los garajes, en los colegios y hasta en las casas.  

Para comprender este hecho es preciso trazar una división: la que existe entre los circuitos comercial, oficial e independiente, ya que éste último es el que se ha caracterizado por dar batalla más allá de todo contexto. Ésa es la diferencia clave que el off muestra con respecto al teatro comercial, que para llenar las salas suele tener que apostar a estrellitas o fórmulas ya probadas. El teatro independiente, en cambio, puede permitirse otra clase de búsqueda, aunque para eso tenga que dejar el alma.

Soy actor, quiero actuar
En general las puestas del under tienen un año de preparación, y durante los tiempos de ensayo ninguno de los actores cobra un peso. Según cuentan los directores, organizar las producciones es un verdadero parto, ya que los integrantes del elenco tienen además sus respectivos trabajos (algunas veces en oficinas, otras haciendo publicidades), con lo cual los horarios se vuelven realmente difíciles de combinar.

Si bien es cierto que gran parte de las obras obtiene un subsidio (que se tramita a través del Instituto Nacional del Teatro, que depende de Cultura de la Nación, y Proteatro, en la Ciudad de Buenos Aires), estas cifras con suerte alcanzan para pagar la sala y la escenografía. El resto de la compañía trabaja en cooperativa y divide el ingreso que entra por boletería tras cada función. En la mayoría de los proyectos la inversión inicial parte de los propios actores, directores, escenógrafos, iluminadores y músicos, que participan del proceso creativo en forma gratuita o recibiendo montos de dinero ínfimos.

Lo que resulta fascinante es cómo, más allá de estos precarios procesos de producción, la escena del off porteño alcanza una calidad que sorprende a locales y extranjeros y triunfa en festivales internacionales, prestigiando así a todo el teatro argentino.

“Los sinónimos como ‘off’ o ‘under’ hablan justamente de una escisión respecto de un lenguaje instituido”, explica Guillermo Cacace, director de las premiadas Sangra y Stéfano. “Por eso el independiente es un teatro que merece un gran cuidado, porque tiene que ver con el deseo del artista por fuera de los límites que le puede imponer un sistema. El teatro independiente ha hecho por el movimiento teatral de Buenos Aires lo que ningún otro sector, porque es semillero de talentos y el lugar donde nacen los lenguajes. Pero ya lo decía Peter Brook: un teatro de riesgo no puede depender de la boletería”.

Javier Acuña, actor y director de Alternativa Teatral, sostiene que “el teatro independiente ocupa un lugar de prestigio, aunque hoy por hoy muchos de sus integrantes quieren pasar al circuito comercial. Quizás después vuelven a hacer teatro independiente para ‘redimirse’, pero es un ámbito en el que todo se hace más difícil y del que, efectivamente, es imposible vivir”, reconoce. “Mike Amigorena es un buen ejemplo de a lo que alguien del off aspiraría”, advierte. “Ya era conocido en ese circuito a la par que hacía algunos papeles en televisión, hasta que le llegó la oportunidad de protagonizar Los exitosos Pells. Ésa es la fantasía de muchos actores”.

Under… pressure
El teatro argentino siempre se caracterizó por ser vanguardia, un espacio en el que circula el pensamiento de cambio”, marca Lorenzo Quinteros. “Pero en un ámbito como este nada asegura que una obra va a andar bien de público, y eso no quiere decir que sea un fracaso. Por eso hay que subsidiar el teatro correctamente –explica-. Para que tenga nivel, y no solamente para que no se asfixie”.

“Con respecto a las condiciones económicas en las que producimos en Buenos Aires: son malas, claro”, asegura el director Ariel Farace. “Pero personalmente –agrega- no creo interesante el discurso que el dinero genera a su alrededor. Yo hago teatro porque quiero, y hago una obra en las condiciones en las que la hago porque lo elijo. Si no me quedo en mi casa leyendo. No es serio, como artista, quedar preso de limitaciones que terminan debilitando la posibilidad de asumir riesgos en la creación. Por eso en este panorama sobresalen las búsquedas apasionadas y sinceras, esas que lejos de las variantes económicas logran marcar una diferencia”.

Ahora bien, ¿por qué es que hay tanto teatro en la ciudad? Definitivamente las corrientes migratorias españolas, italianas y judías que llegaron trayendo su tradición teatral tuvieron una incidencia fundamental, aunque tampoco acaban de explicarlo del todo. “No sabría decir con exactitud en dónde está el origen de tanta movida”, arremete Acuña. “Quizás es que haya muchas escuelas de arte dramático que promueven el hecho de ‘hacer’, y por eso proliferan tantas obras. Pero tiene que haber algo más. Ricardo Bartís decía que el actor es un ser que necesariamente está en contacto con otro tipo de pulsión, algo que únicamente le ocurre cuando está actuando. Tal vez tenga que ver con eso”.

Los datos, en todo caso, siguen confirmando que Buenos Aires es una de las ciudades más creativas estéticamente y de mayor nivel de producción, incluso entre otras capitales que desde hace muchos más años juegan en la primera teatral.

“Mi maestra fue Alejandra Boero –cuenta Claudio Tolcachir-, ella fundó ocho teatros y siempre que tuvo dos mangos de más, lo primero que hizo fue abrir una sala”, recuerda el creador de Timbre 4. “Es difícil hacer cine con pocos recursos –dice- pero hay teatro que uno hace por uno, porque quiere, aunque sea con dos palitos, una silla y cinco personas mirando. Con eso ya se produce el fenómeno teatral y así sobrevivió el teatro independiente, aun con dictadura y aun con crisis, porque tiene esa escapatoria: lo hago y no tengo que pedirle permiso a nadie, tan simple como eso. Invito a quince personas a mi casa y hago teatro”. 

sábado, 16 de junio de 2012

Bebo, luego escribo

Un recorrido por los bares del mundo que homenajean la figura del escritor estadounidense Ernest Hemingway.

Con Hemingway pasa algo curioso. Si bien nadie duda de su talento (no por nada ganó el Nobel en 1954, y es autor, además, de clásicos como El viejo y el mar y París era una fiesta), también es cierto que no se trata de un escritor unánimemente aclamado o especialmente querido. Tanto es así, que casi es más conocido por su alocada vida que por su prosa sencilla pero potente.

No es para menos: dicen que fue uno de esos tipos duros que en la vida quisieron hacerlo TODO, desde convertirse en chofer de ambulancias para poder ir a la guerra hasta ponerse a practicar box, cacería y pesca de tiburones; desde recorrer alegremente el mundo en busca de aventuras hasta apretar con el pie el gatillo de un rifle que se había embutido en la boca (porque así fue como él mismo terminó todo un domingo de julio de 1962). Las malas lenguas dicen que era borracho, gritón, mujeriego y temerario, un ser bastante fanfarrón y encima, defensor de toreros. Y las lenguas buenas no es que nieguen lo anterior, aunque también reconocen que cuando se ponía, Ernest escribía como un maldito genio.

El caso es que, con controversia y todo, hay desparramada por el mundo una interesante cantidad de bares que explotan su figura sacando a relucir sus chapas de “aquí bebía Hemingway”. De hecho deben llevar su nombre más bares que bibliotecas. Por eso lo que sigue es un viaje tras sus huellas, un recorrido por ese circuito de santuarios etílicos dedicados al viejo Papa.

En el último trago nos vamos
Un ejemplo típico es el bar del Ritz de París, que antes se llamaba “Petit Bar” pero hoy directamente se conoce como “Bar Hemingway”. Fue elegido el mejor del mundo por Forbes y es casi un templo temático dedicado al escritor: ahí venden los whiskies que le gustaban y hay imágenes suyas en todas las paredes. A esa barra iba a beber cada noche, tras lo cual su esposa -la cuarta de ellas, la periodista Mary Welsh- terminaba siempre retándolo porque llegaba borracho. Así que cierta vez Hemingway le pidió al barman: “prepáreme algo que no me deje aliento a alcohol”. El barman mezcló entonces en un vaso jugo de tomate y vodka. “Bravo –le dijo el Nobel al otro día- La maldita Mary (bloody mary) no sintió nada”. Dicen que así fue bautizado el mejor trago contra la resaca. Y si no es cierto, seguro merece serlo.

Hemingway vivió en Cuba unos 20 años, y La Habana lo recuerda en lugares como el hotel Ambos Mundos (que conserva intacta la habitación del quinto piso donde habría escrito una gran parte de Por quién doblan las campanas) y los bares La bodeguita del medio y Floridita, donde hasta hoy se sirven, respectivamente, los mojitos y los daiquiris que el novelista siempre pedía. El primero es un lugar pequeño y entre sus paredes cubiertas de mensajes escritos se amontonan cientos de turistas, aunque la verdad es que tampoco tiene demasiado encanto. El segundo es un bar corriente donde los daiquiris terminan costando un ojo de la cara.  

Cuentan que Hemingway tenía amigos por todos lados, pero que especialmente había hecho muchos en España, país que adoraba. Y como no podía ser de otra forma en la ciudad que asegura tener “más bares por metro cuadrado que ninguna otra en Europa”, también Madrid fue escenario de borracheras épicas. En los ’50 se rodeaba de botellas de whisky y libros durante sus viajes, y solía parar en la Cervecería Alemana, la Casa Botín o el Museo Chicote. Y cuando en 1937 el novelista viajó a España como corresponsal de la Guerra Civil, escribía sus crónicas desde la cafetería del Hotel Tryp Gran Vía, que también terminó bautizando al bar con su apellido. De todas formas el hito más irónico de todos probablemente se esconda en el Arco de Cuchilleros (junto a la Plaza Mayor), donde en la puerta del local El Cuchi un cartel proclamaba: “Hemingway nunca estuvo aquí”.

A Pamplona el escritor llegó por primera vez en 1923, y luego la eligió como el escenario para Fiesta. Tan fascinado quedó con las corridas de toros que volvió a la ciudad ocho veces más, durante las cuales frecuentaba lugares como el bar Txoko y el café Iruña. Pero si hay un sitio que ha explotado turísticamente la presencia de Hemingway ése es Key West (en Florida, Estados Unidos), donde el escritor vivió entre 1931 y 1940. Ahí se puede visitar su casa y el Sloppy Joe, gran imán de turistas. También están el Harry’s Bar de Venecia (que incluso menciona en Al otro lado del río y entre los árboles), cierto resort alpino ubicado en la pequeña localidad austríaca de Schruns (donde hasta le levantaron un monumento) y el Costello’s de Nueva York, un bar de esos frecuentados por periodistas en el que, cuentan, Hemingway se peleó feo con John O’Hara.

Hay en la lista muchos lugares más. Al fin y al cabo, escritura y alcohol han recorrido un largo camino juntos, y Hemingway pelearía mano a mano con Bukowski el título del bebedor más eminente de la literatura moderna (tercero podría entrar Malcom Lowry). Pero más allá de la terrible fama, del ícono pop turístico e incluso de sus obras, Ernest dejó también excelentes tips para los aspirantes a escritores, como aquello  de descubrir  los objetos con “ojos recién estrenados” o aquella idea de narrar "yendo directo al grano”. No por nada en un poema (que justamente se titula Hemingway, ebrio antes del mediodía) Bukowski se refiere al novelista como “un hombre que era muy bueno con la palabra”. Merecido elogio, y se sabe que los borrachos no mienten. 

domingo, 10 de junio de 2012

Poderoso el chiquitín

Con su espíritu universal y su sonrisa eterna, los Playmobil llevan casi cuatro décadas encantando a los niños del mundo. 

1974, Alemania. Una empresa familiar, la Geobra Brandstätter, se dedicaba a producir juguetes y había alcanzado ya cierta notoriedad de la mano de esa bomba de relojería que fue el “hula-hula”. Pero la crisis del petróleo apretaba duro, y con ella la necesidad de crear productos que emplearan menos plástico en su fabricación. Por eso la compañía le encargó a su diseñador, el ingeniero Hans Beck, que se inventara algún chichecito pequeño y simple, cosa que implicara cierto ahorro de material.   

Beck (quien murió el 30 de enero de 2009 a los 80 años) puso manos a la obra. Basándose un poco en los garabatos que suelen dibujar los chicos (con ojos, boca y rasgos súper simples, pero sin nariz) tuvo la idea de concebir un muñeco de apenas 7,5 centímetros de alto que cualquiera hubiera podido meterse en el bolsillo. Nadie -ni siquiera él mismo- pensó entonces que el prototipo abriría una página clave en la historia del juguete, ya que en esos planos preliminares nacía nada menos que el primer Playmobil, un entretenimiento que según el propio Beck "no impone pautas específicas de juego", por lo cual "estimula la imaginación".

El secreto de mi éxito
En la Argentina los Playmobil empezaron a comercializarse en el ’76 a través de la empresa Antex. Su dueño, Antonio Atamian, recuerda que al principio los distribuidores no creían en el producto, porque pensaban que los chicos, (sobre todo los varones) “jamás querrían jugar con muñequitos”. “Todavía no existía el concepto de muñecos para nenes y había dudas, pero los mismos comerciantes nos dieron la confianza y al final, un poco a través del boca a boca y otro por la espectacularidad de las vidrieras, terminaron siendo un éxito”. 

“El Playmobil es uno de los juguetes más mixtos que existen y tiene una calidad extraordinaria. El plástico brillante con el que se fabrica es el mismo que se usa para fabricar los teléfonos”, precisa Atamian. “Además hay un tema de escala. El hecho de que sean tan pequeños hace que manteniendo la proporción se puedan diseñar grandes escenarios, como barcos y fuertes, que siguen adaptándose perfectamente al tamaño de los chicos”.

El caso es que muchos de esos niños que en los ’70 se deslumbraron por primera vez con los Playmobil se convirtieron más tarde en fanáticos coleccionistas que, más o menos organizados, mantienen hoy su afición. Algunos simplemente se dedican a acumular ejemplares y accesorios, otros prefieren “tunearlos” (modificar sus piezas) y también están los que arman complejas maquetas o dioramas que pueden recrear distintas temáticas o momentos de la historia.

“La mayoría de los coleccionistas tienen algún tema preferido, como el lejano oeste, el medioevo, los piratas, o la construcción”, cuenta un fan de Playmobil. “En general se juntan personas con temas en común, y así cada uno aporta lo suyo para armar los diferentes dioramas, que se planean con varios meses de anticipación y casi siempre para exposiciones. En España, por ejemplo, son muy comunes los pesebres de Playmobil que se arman para las fiestas de fin de año”. En estas muestras pueden verse escenas con Playmobil que ocupan desde la superficie de una baldosa hasta varios metros cuadrados, pero siempre llenos de detalles.

El principal mérito de Playmobil pareciera ser el hecho de que nunca pasa de moda, tal vez porque al poder inventar distintos escenarios quien está jugando difícilmente alcance a aburrirse. Incluso es uno de los pocos juguetes que quedan con el que jugaban los padres de los chicos que hoy siguen eligiéndolos, con lo cual se venden como muñecos y también como “emociones” para tantos treintañeros nostálgicos. Después de todo, ¿quién no jugó alguna vez con un Playmobil?

Más datos:

  • Los tres primeros Playmobil fueron un caballero medieval, un obrero y un indio. Actualmente hay unos 3.000 ítems, y se estima que desde 1974 se han vendido más de 2.200 millones de muñecos. El primer personaje femenino apareció en 1976, y los primeros niños en 1981.

  • Al comienzo su apariencia resultaba un poco más tosca que la actual, ya que tanto las piernas como los brazos eran estáticos. Pero con el tiempo los Playmobil se han ido modificando: los brazos giran y las muñecas no sólo visten minifaldas, sino también pantalones. Sin embargo los rasgos más característicos, como los ojos redondos y la sonrisa, han permanecido intactos.

  • El mayor grupo de aficionados de habla hispana se encuentra en www.playclicks.com, una comunidad sin ánimo de lucro formada por fanáticos de todo el mundo.

  • Uno de los modelos más vendidos en la Argentina fue la nave espacial llamada “Playmo Space”, que en su momento causó un verdadero furor. También tuvieron gran éxito otros modelos como el barco pirata, el fuerte, el plato volador, el auto de bomberos y la ambulancia. En total se vendieron hasta hoy en la Argentina 60 millones de muñecos.

domingo, 3 de junio de 2012

Los “no lugares” de la gastronomía

A pesar de su atmósfera artificial, los patios de comidas son visitados por miles de comensales atraídos por su practicidad.

Los patios de comidas se cuentan entre "lo menos" de la gastronomía, algo que tampoco es casual: estamos hablando de espacios ruidosos donde gran parte de los alimentos lucen plásticos y la iluminación es excesiva. Pero entonces ¿por qué seguimos eligiendo los patios de comidas? En parte porque al mismo tiempo resultan bastante prácticos: en general no presentan sorpresas, son relativamente baratos, fáciles para decidir qué comer y -lo que es aún más importante- están siempre a un paso de donde uno suele ir de shopping, o al cine, o a un parque temático, o a tomar un avión, o a trabajar en un complejo de oficinas. Es que los patios de comidas -como todos los “no lugares”- se vinculan necesariamente a algún tipo de transacción. 

El patio de comidas del Unicenter tiene capacidad para 1.800 personas. El del DOT, para 1.400, el del Abasto 1.200 y el Patio Bullrich, 800. Pero más allá de las sutiles diferencias, lo que llama la atención es el parecido que estos megacomedores tienen entre sí, siempre con su diseño panóptico, sus similares marcas (que supuestamente representan gastronomías de distintos países) y hasta el mismo olor en casi todos lados. Incluso los precios son semejantes sin importar el barrio: un menú con carne o pollo más guarnición y bebida puede costar 45 pesos, mientras que uno de pasta o ensalada con pan y gaseosa ronda los 38.

Más que a los restaurantes, los patios de comidas podrían asimilarse a los supermercados, donde todo lo que se vende está estudiadamente expuesto: un paraíso de contacto directo con la mercadería. “El shopping realiza de manera perfecta lo que manda la mercancía”, escribe Beatriz Sarlo en el libro La ciudad vista. “Exhibe la regularidad de su valor medido en dinero, de manera abstracta y con una tendencia irrefrenable a presentarse como universal. Por eso los shoppings pueden ser recorridos sin que se los conozca. No necesitan ser familiares, porque no ofrecen nada diferente a lo que ya se sabe por experiencias anteriores. No se puede descubrir un shopping, sino que su cualidad es precisamente la opuesta: negarse a todo descubrimiento, porque tal actividad significaría una pérdida de tiempo y una falla de funcionamiento”.

Por eso en el patio de comidas nada es casual. Tanto su orden como su claridad, su limpieza y su seguridad funcionan de acuerdo a sus fines. Cada centímetro está organizado racionalmente, y no se admite nada que se desvíe de esa racionalidad. Un usuario de un patio de comidas podría transformarse sin dificultades en usuario de otro, incluso aunque se encuentre en otra ciudad. Es que las señales son tan legibles, tan obvias, que entenderlas no presenta ningún tipo de problemas.

En Estados Unidos los patios de comidas se conocen como “food courts” y fue en 1974 cuando el primero de ellos saltó a la fama gracias a su sus abultadas ventas en el shopping “Paramus”, de New Jersey. En Perú estos espacios se llaman “plazas de comidas” y en Venezuela llevan el curioso nombre de “feria de la comida”. Así y todo, el récord en materia se lo llevan Singapur, Malasia y Tailandia, donde los patios de comidas son tremendamente populares.

¿Quiénes visitan los patios de comidas? Principalmente, los adolescentes y las personas mayores. Los primeros, quizás, porque no tienen el recuerdo de otras costumbres ni otras experiencias más queridas que añorar. En cuanto a los mayores, a ciencia cierta no lo sabemos, pero se nos ocurre que tal vez su inclinación tenga que ver con la facilidad que el patio de comidas les ofrece en términos de acceso en un mundo que demasiadas veces les da la espalda. 

La mayoría de los patios de comidas funcionan de 10 a 24 los días de semana y hasta las 2 de la mañana los fines de semana: 16 horas ininterrumpidas despachando mercadería. En general ofrecen poca variedad de platos –lo que baja notablemente sus costos- y, como suelen contratar empleados que hacen una sola cosa, pueden pagarles poco y reemplazarlos con rapidez cuando al cabo de un tiempo se terminan cansando. Es poderosa la industria de los patios de comidas. Y también nos brinda la ilusión de una multiplicidad de opciones, cuando las compañías involucradas son en realidad unas pocas.

Por eso la mirada de Sarlo sobre los shoppings aplica perfectamente a los patios de comidas, máxime en el pasaje donde la ensayista señala que “la mayoría de los habitantes de la ciudad encuentran en el mercado lo que creen desear libremente cuando una alternativa no se les presenta ante los ojos, o les resulta desconocida y probablemente hostil a lo que han aprendido en la cultura más persuasiva de las últimas décadas: la de los consumidores”.

¿Qué son los “no lugares”?
El concepto de “no lugares” fue acuñado por Mar Augé, un antropólogo francés que se ocupó de estudiar esos sitios donde no hay identidad ni vínculos directos entre el que los ocupa y el lugar, como por ejemplo shoppings, aeropuertos, autopistas, etc. En general son espacios necesarios para la circulación acelerada de personas y bienes. “El no lugar es lo contrario de un domicilio, una residencia, de un lugar en el sentido corriente del término. Solo, pero semejante a los demás, el usuario del no lugar mantiene con éste una relación contractual simbolizada por el billete de tren o avión, la tarjeta para el peaje, etc. En estos lugares se conquista el anonimato si se provee la prueba de la identidad personal: pasaporte, tarjeta de crédito, cheque o todo otro permiso que autorice a su acceso”, explica la contratapa de Los “no lugares”, espacios de anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, escrito por Augé y editado por Gedisa.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Los tragos del rock

El mundo de la música ha vivido plagado de borrachos irredentos que para delicias de su público dieron a luz más de un himno etílico. Lo que sigue son diez historias de reviente y una recomendación: por favor, no lo intenten en casa.

Red Red Wine
¿Quiénes le cantan al vino? Una de dos: los borrachos, o los curas. Pero este último no pareciera ser el caso de Neil Diamond (quien compuso y cantó Red Red Wine por primera vez en 1968), ni el de los británicos de UB 40, que popularizaron su pegadiza versión reggae allá por el ‘83. La famosa canción pondera al tinto en su rol del ingrediente que hace olvidar: “Tinto, vino tinto/quédate cerca de mí/no me dejes solo/me está destrozando el corazón/mi triste, triste corazón”. Según diría Diamond más tarde, los UB 40 confundieron su tono original –melancólico y triste- incorporándole un ritmo festivo y hasta una sección medio rapeada. El caso es que hoy Red Red Wine continúa sonando en las fiestas argentinas, en especial hacia el momento final de las bodas. Ahora bien: tal vez (y esto pensando en las damas) alguien debería cantarle unas estrofas al blanco, que no sólo engorda menos sino que además no tiñe la boca de violeta. Total, es como dice la canción: sea el vino que sea, los recuerdos no se van.

Sweet Sangria
Tori Amos arrancó su carrera solista en el ’92, abriéndose camino con una propuesta que -en medio un panorama copado por el dance-pop y el emergente grunge- supo revivir el espíritu de artistas como Joni Mitchell en una serie de canciones de tono confesional y unas interpretaciones bien conmovedoras. En Sweet Sangría, el noveno corte de su disco Scarlet’s Walk, Tori compuso un tema en donde el piano cobró especial protagonismo junto a una voz que unas veces canta y otras murmura con un resultado de lo más sensual. Así el álbum rezuma cierto sabor popular, country y sureño, construyendo una suerte de viaje por el Estados Unidos más tradicional. En esa línea, Sweet Sangría se mete con la cuestión de la frontera y los inmigrantes mexicanos que “en un día cálido deben dejar San Antonio”. Lo que no queda demasiado claro es qué tendrá que ver con todo eso una bebida tan española como la sangría. Quizás podría tratarse de un lento derramamiento de sangre, aunque cabe pensar también en esa recurrente tendencia gringa a asimilar todo lo hispano con lo mexicano.

Gin and Juice
¿Qué se puede decir de Snoop Doog que no se haya dicho ya? Se trata de un personaje muy especial, muy rapero, muy mediático y muy carismático, o por lo menos lo suficientemente como para haber matado a un tipo y salido en libertad poco tiempo después. Su carrera se inició en 1992 (tras seis meses de prisión por tenencia de cocaína), cuando empezó colaborando en el disco debut de Dr. Dre, The Chronic. Un año más tarde y mientras grababa Doggystyle, su primer trabajo solista, Snoop fue arrestado por la muerte de Phillip Woldermarian, integrante de una banda rival que resultó muerto de un disparo en medio de una lucha armada. Más tarde sería absuelto por legítima defensa, aunque durante años siguió enredado en innumerables batallas legales. Gin and Juice es, justamente, el segundo corte de Doggystyle, una canción cuya letra versa sobre un joven que, al quedarse solo en casa, llama a sus amigos de Compton (uno de los suburbios con mayor índice de criminalidad de Los Ángeles) y entre todos organizan una fiesta en la que principalmente beben y tienen sexo con putas (excepto en el estribillo, donde además fuman porro).

One Bourbon, One Scotch, One Beer  
Nacido en 1917 en Misisipi, John Lee Hooker será siempre recordado como el indiscutido rey del boogie, un blusero de raza que cautivó al mundo con su groove primitivo e hipnótico. One Bourbon, One Scotch, One Beer apareció en su álbum de 1966 Real Folk Blues, aunque en realidad el tema había sido escrito una década antes por Rudy Toombs  y grabado por Amos Milburn. ¿Cuál es la historia de fondo? Pues la de un pobre hombre abandonado (otro más), que acodado en la barra de un bar ve pasar la horas mientras llora la partida de su amor y, como no podía ser de otra forma, bebe. Entre las muchas versiones posteriores de la canción una de las más notables fue la de George Thorogood, que la incluyó en 1977 en su primer disco, George Thorogood and The Destroyers. Del cantante y guitarrista oriundo de Wilmington se sabe que le encantan la música, la cerveza, el whisky y las mujeres, y hasta tiene un tema sumamente divertido (I drink alone) en el que relata su gusto por beber junto a un par de buenos amigos: Jack Daniel's y Jim Beam, amén de Johnny Walker y sus hermanos “Black” y “Red”. No habría sido ésta, en cambio, la pasión de John Lee Hooker, que en junio 2001 se nos fue por muerte natural y a la edad de 84 años.

Blood, Sex and Booze
Si hay tragos para divertirse y otros para olvidar, entonces tampoco podía faltar el alcohol para la hora de amar, como bien ocurre en esta canción en la que los neopunk de Green Day proponen un poco sutil combo de sangre, sexo y chupi en medio de un rollo claramente sado. “Esperando en una habitación/ todo disfrazado, atado y amordazado a una silla./ Es tan injusto./ Yo no desafiaré a moverme, para el dolor./ Ella me pone, pero es lo que necesito./ Entonces, hazlo sangrar”, reza el segundo corte de Warning, el sexto disco de la banda que en el año 2000 se transformó un rotundo fracaso comercial. Lejos había quedado las quince millones de copias vendidas por Dookie, aquel álbum tan exitoso que en 1994 supo llevar el punk a las nuevas y jovencísimas generaciones. Fue ese el año en el que la banda fue invitada a Woodstock ‘94, donde el vocalista Billie Joe Armstrong provocó una batalla de barro tan caótica que obligó a los integrantes del grupo a huir en helicóptero. Durante el episodio Mike Dirnt, bajista de la banda, fue confundido con un espectador, y al intentar volver al escenario le partieron cuatro dientes. Él contestó: "¡Hey! ¡Soy el bajista!"; a lo que el miembro de seguridad le respondió: "Eso ya lo he oído antes", para seguir entonces pegándole duro y parejo.

Whiskey in the Jar
Shane MacGowan nació en 1957 en Inglaterra, aunque al poco tiempo su familia se mudó a su Irlanda natal. Ya de chico sus cualidades como compositor comenzaron a florecer, e incluso ganó un par de concursos de poesía, hasta que a sus 14 tiernos añitos fue expulsado de la escuela por posesión de drogas. A eso de los 20 asistió a su primer concierto de los Sex Pistols y quedó tan fascinado que formó su propia banda: the Nipple Erectors, pronto rebautizada como The Nips. El grupo fracasó al poco tiempo y así Shane se empleó en una tienda de discos, hasta que en 1982, y junto a su amigo Spider Stacy, formaron The Pogues. En un principio la agrupación se llamó Pogue Mahone (gaélico de “bésame el culo”), pero la discográfica los instó a cambiar el nombre al momento de lanzar el primer disco. The Pogues comenzó a ganar cierta fama a fuerza de combinar el típico sonido irlandés –como el del folclórico Whiskey in the Jar, una canción tradicional que ya habían tocado los Thin Lizzy y más tarde también interpretarían U2 y Metallica- con la energía del punk, aunque más adelante derivaron hacia otros ritmos. Al mismo tiempo la reputación de juerguista y borracho de Mac Gowan crecía hasta el borde del mito: el cantante, por ejemplo, osó faltar en 1998 a una actuación como telonero de Bob Dylan. Fue así como en 1991 fue expulsado del grupo, tras lo cual se unió a una nueva banda llamada Shane MacGowan & The Popes.

Tequila
Tequila es una famosísima pieza instrumental del grupo estadounidense The Champs, que fue lanzada como single un 15 de enero de 1958. Se trata de un verdadero clásico del rock and roll que con los años tendría diez mil covers, convirtiéndose a la vez en el único hit radial de una banda que de otra forma se hubiera ido a pique. Lo curioso, además, es que “tequila” es la única palabra que se pronuncia en la llamativa instrumentación que hasta hoy sigue sonando en fiestas, películas, publicidades y radios de “oldies”. 

Caña seca y un membrillo
Fuera de las etiquetas de exportación, el rock local también supo rendir su tributo etílico, y en esa línea podrían citarse Mi botella de alcohol (Viejas Locas), Yo tomo (Bersuit), Candombe de resaca (Las pastillas del abuelo) y Copa rota (por Andrés Calamaro); además de Fiesta Cervezal y y Tomé Demasiado, donde Pappo canturreaba “Yo era un hombre bien/ tenía perro y mujer/un día encontré la botella de escocés”. Igual nos quedamos con Caña seca y un membrillo, de Los Redondos, que con una preciosa melodía rogaba aquello de “¡Vamos negrita, bailá hasta el fin!” al candor de un dedalito de caña.

Champagne Supernova
Gracias a las 11 millones de copias vendidas de su disco debut Definitely Maybe, las 23 millones de copias que vendió de su segundo álbum, (What's the Story) Morning Glory?, y al hecho de que su tercer trabajo, Be Here Now, se convirtió en el disco que más rápido se vendió en la historia del Reino Unido (420.000 copias en el día), Oasis sigue siendo hoy considerada una de las bandas más famosas de su país. Los hermanos Noel y Liam Gallagher fueron los líderes y compositores del grupo, sus únicos miembros originales conocidos también por sus constantes peleas. De hecho el 28 de agosto de 2009, y tras una nueva discusión con su hermano, Noel decidió dar un portazo poniendo fin a una era. Fue allá por el ‘95, poco antes de que fuera lanzado (What's the Story) Morning Glory?, cuando los medios británicos comenzaron a hacerse eco de una supuesta rivalidad entre Oasis y Blur. Es que el petardo de Noel Gallagher habría declarado algo así como que "algunos de los integrantes de Blur parecen buena gente, pero espero que otros dos de ellos mueran de sida", en referencia a Damon Albarn y Alex James. Posteriormente, de todas formas, el músico se retractaría de estas palabras. El caso es que tras la “peleita” el disco de los Gallagher se transformó en el segundo más vendido en la historia del Reino Unido, sólo superado por Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, de The Beatles. Allí, y luego de los hitazos Wonderwall y Don't Look Back In Anger, Champagne Supernova supo también imponerse como la típica canción que muestra lo que les pasa a dos capullos que de pronto tienen mucho éxito y comienzan a beber sin parar, olvidándose de que son personas normales que vienen de un barrio normal: “¿Dónde estabas mientras estábamos elevándonos?/Algún día me encontrarás/capturado bajo el derrumbe/de una supernova color champagne en el cielo.”

Pass The Wine (Sophia Loren)
En la reciente reedición de Exile on Main Street, de los Rolling Stones (uno de los discos seminales de la década del setenta), se rescató una vieja canción que durante años circuló entre las grabaciones piratas de la banda. Pass The Wine (Sophia Loren) es un shuffle que parece balancearse entre Spill the wine, de War, y Oye como va, de Santana. Ahí se destacan los coros gospel, la guitarra con slide y un entusiasta solo de armónica de Mick Jagger. ¿Qué dice la letra de este temazo? Que aunque tu trabajo apeste, tu mujer te odie y tus hijos lloren, más allá de todo eso, todavía podés sentirte un afortunado por el solo hecho de estar “alive and kicking”. “So pass me the wine, baby –remata- and let’s make some love”.

Como para compensar semejante derrotero de excesos, finalizamos con un homenaje a todos esos artistas sabios que jamás necesitaron de las drogas ni del alcohol para inspirarse, animarse o procesar las penas. El bueno de Horacio Salgán, por ejemplo, se considera el único tanguero abstemio. “Para muchos, yo era el gil del ambiente”, suele contar el maestro. “Se preguntaban: ‘¿Y este tipo cómo se divierte?’. Pero la verdad es que nunca me aburrí. Sólo puedo decir que siempre tuve otras maneras personales de divertirme”. Tal vez la respuesta pase por cultivar una vida interior riquísima. Así que salud (con jugo de naranja). Y hasta la próxima.