jueves, 11 de abril de 2013

¿Por qué le dirán brutalismo?

Surgida del Movimiento Moderno, esta singular corriente arquitectónica dejó huellas monumentales en todo el mundo y también en Buenos Aires.

Buenos Aires es dueña de un patrimonio arquitectónico riquísimo que a veces, sin embargo, puede resultar desconcertante. El inagotable catálogo de fuentes de inspiración, sumado a nuestra propensión a relaborar los distintos estilos, dieron lugar a un perfil urbano que hoy no estaría mal calificar de "ecléctico". Es cierto que hay cientos de edificios que por sus formas, líneas y volúmenes llaman la atención, pero tampoco son tantos aquellos capaces de causar un impacto tan hondo, tan dramático, como el que hasta hoy siguen generando la Biblioteca Nacional y el ex Banco de Londres.

Tampoco es casual que ambas construcciones se inscriban en lo que se conoce como la corriente “brutalista”, un estilo que surgió del Movimiento Moderno y vivió su esplendor entre las décadas de 1950 y 1970, inspirándose más que nada en el trabajo de Le Corbusier y Mies van der Rohe. Las formas geométricas angulosas, las texturas rugosas y la honestidad constructiva caracterizaron esta tendencia que en la Argentina tuvo su principal referente en la figura de Clorindo Testa.

Esta denominación tiene su origen en el término francés “béton brût” (hormigón crudo), y fue el crítico británico Reyner Banham quien, en un artículo escrito en 1955 para la revista Architectural Review, se ocupó de precisar el concepto -que ya circulaba- designándolo ahora como “el nuevo brutalismo”. El propio Testa, no obstante, reniega del término. “No quiero decir que sea incorrecto –nos dijo en su momento- pero apenas se trata de una catalogación, jamás me molesté en averiguar qué es el brutalismo. En la Argentina siempre se trabajó muy bien el hormigón, ya desde la década del ’20, así que había conocimiento y experiencia en el tema. Si alguien quiere decir que la Biblioteca Nacional es un edificio brutalista, a mí no me importa. Y estoy seguro de que a Francisco Bullrich tampoco le hubiera importado. Que lo llamen como quieran”.

En la misma línea pareciera ir María Teresa Valcarce Labrador, profesora de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, cuando señala en un ensayo de la publicación Cuaderno de Notas que el Nuevo Brutalismo, a diferencia de otros “ismos”, “fue un movimiento, o si se prefiere una 'actitud ante la arquitectura', que no tuvo un manifiesto, un documento fundacional, ni siquiera una declaración de intenciones inicial. De hecho, los primeros años de su andadura se podrían caracterizar por la vaguedad, tanto en lo referente a sus planteamientos como a los protagonistas y sus manifestaciones”. De todas formas, la docente va luego hilvanando allí las características enunciadas por Banham, entre las que sobresalen la legibilidad formal de la planta, la clara exhibición de la estructura y la valoración de los materiales por sus cualidades inherentes.

Entre otras expresiones del brutalismo se puede mencionar el conjunto de Park Hill en Sheffield, Gran Bretaña (construido entre 1957 y 1961); el instituto Marchiondi, de Milán, levantado en 1959,  y el Seagram Building de Nueva York, que data de 1958. Por otro lado, la impronta brutalista porteña no se agota en los edificios de Testa, sino que se advierte también en otros rincones de la ciudad. La Torre Dorrego, terminada en 1972 y proyectada por los arquitectos Luis Caffarini, Alfredo Joselevich y Alberto Ricur para viviendas de personal de la Fuerza Aérea, es un edificio de veras monumental, de hormigón a la vista con elementos de cierre metálico, lo que permite clasificarlo dentro de esta corriente.

¿Por qué no continuó habiendo edificios en esa línea? Según Clorindo Testa, simplemente sucede que “las cosas cambian”. “El edificio de 1750 es distinto al de 1800. Y el de 1800 es distinto al de 1900. Todo va cambiando, aunque nada impide que en algún momento puedan retomarse viejas ideas”, aseguró el arquitecto.

Si es cierto que la arquitectura se vuelve significativa a la hora de describir una cultura, el brutalismo no sólo ayudó a revitalizar el debate sobre las construcciones de posguerra, sino que además trajo un aire de esperanza a los principios que supieron cimentar la arquitectura moderna.

Afortunadamente, los resultados aún están a la vista. 

miércoles, 13 de febrero de 2013

Revolution post

En orden cronológico y aportando un sugerente rosario de interpretaciones, va un recorrido por los solistas y las bandas que se atrevieron a dedicar unos versos a la hermana más hermosa.

Revolution (The Beatles, 1968)
Son buenos estos chicos de Liverpool. Prometen. Sin embargo esta no pareciera ser una de sus mejores canciones, sobre todo porque al calor de un año tan efervescente como 1968 la letra pareciera decir algo así como: “de acuerdo, hagamos la revolución, pero mejor vayamos despacio ¿si?, sin que se note tanto tampoco. Y quizás hasta a algunas cosas podamos mantenerlas como están”. O sea: que más que revolucionario, el tema suena medio reformista. Pero no podemos pedirle peras al olmo tampoco: más allá de la calidad incuestionable de sus canciones, los Beatles no dejaron de ser a la vez una de las bandas más comerciales en toda la historia del rock mundial.

Revolution (Nina Simone, 1969)
Talentosísima, apasionada como pocas y conocida también por su lucha en el Movimiento por los Derechos Civiles, Eunice Kathleen Waymon (tal fue su nombre real) grabó a lo largo de su carrera varias canciones de tinte político, como "To Be Young", y  "Mississippi Goddam" (en respuesta al asesinato de Medgar Evers y al ataque terrorista a la iglesia de BirminghamAlabama, en 1963, por parte de supremacistas blancos y que se saldó con la muerte de cuatro nenas negras). Este tema en particular no tuvo demasiado éxito, y en un punto tal vez sea cierto que le falte cierta “fuerza revolucionaria”, especialmente cuando intercala la línea “it’s gonna be all right”, tan habitual en el siempre hueco discurso publicitario.  

The Old Revolution (Leonard Cohen, 1969)
Como artista completo que es (cantante, pero también poeta y novelista, incluso se ganó en 2011 el Príncipe de Asturias a las Letras), Cohen despliega en este tema una letra desgarradora y melancólica, aparentemente referida a ciertos sueños revolucionarios que con el paso del tiempo fueron quedando en la nada mientras el narrador “encuentra su lugar en la cadena”. Qué podemos decir al respecto: ojalá nunca nos suceda.

Children of the Revolution (T Rex, 1972)
El tema fue lanzado como un single, pero jamás llegó a ningún álbum de esta banda que puede catalogarse como la primera agrupación “glam rock” de la historia. En cuanto a la canción que nos ocupa, la letra parece ser bastante críptica: por un lado le dice al oyente que podrá hacer un montón de cosas -como “gritar y gritar” o incluso “derribar un avión en el medio de la lluvia”- y sin embargo jamás podrá “engañar a los hijos de la revolución”. ¿Será así? También habla en un momento de cierto paseo en Rolls Royce, lo cual tal vez esté refiriéndose a la hipocresía que a veces impera en el mundillo de la música, cuando por ejemplo se cantan letras “comprometidas”, pero por otro lado el nivel de vida de los artistas que las crean no se condice para nada con su contenido.

Revolution (Bob Marley and The Wailers, 1974)
En el ’74 Marley pasó gran parte de su tiempo trabajando en "Natty Dread", un álbum que incluyó canciones como "Talkin’ Blues", "No Woman No Cry", "Lively Up Yourself" y también "Revolution", que a decir verdad no aporta nada demasiado sensacional, más que frases sueltas  como “se necesita una revolución para llegar a una solución” o “nunca deje que un político le conceda un favor”. Todo bien Bob, pero con eso no hacemos nada.

Revolution Rock (The Clash, 1979)
Una banda fuera de serie y un tema que, hamacándose con soltura entre el rock y el reggae, es capaz de hacer saltar del asiento a cualquiera con un poquito de sangre en las venas. Pero al mismo tiempo hay que reconocer que la letra se aleja ya de cualquier tinte político para cantarle, simplemente, a cierta presunta revolución rockera que nos hará mover los pies en un verdadero “estado de shock”. La canción –como es de público conocimiento- fue grabada en estos pagos por los Fabulosos Cadillacs, quienes la incluyeron en su tercer álbum, "El ritmo mundial", de 1988. 

Viva la revolution (The Adicts, 1981)
Siguiendo en la línea del punk rock británico, pasamos ahora a esta banda cuyo aspecto más revolucionario es –quizás- una trayectoria de 37 años a lo largo de la cual supieron mantener los mismos miembros y una filosofía bastante coherente. El tema del que hablamos pertenece a "Songs of Praise", el primer disco que ellos mismos financiaron, grabaron y mezclaron en apenas 24 horas. La canción, desde luego, suena poderosa, en especial cuando alienta a “levantar la voz”, “levantar la bandera” y “aplastar los símbolos que hemos tenido hasta ahora”.

Cerca de la Revolución (Charly García, 1985)
Se sabe que “Charly” grabó en 1985 su tercer álbum de estudio como solista, "Piano Bar", y ahí mismo, entre hitazos como “Demoliendo hoteles”, “Promesas sobre el bidet”, “Raros peinados nuevos” y “No se va a llamar mi amor” metió esta canción escrita en el momento preciso en el que los argentinos recuperábamos la democracia. El tema arranca con cierta angustia y desconfianza (“¿Por qué no puedo amarte?”, “¿Por qué eres tan distante?”), aunque en el estribillo se ocupa de anticipar una eventual reconciliación: “Pero si insisto, yo sé muy bien te conseguiré”.

Talking bout Revolution (Tracy Chapman, 1988)
El último y mi favorito en la lista: un tema cuya autora e intérprete es esta hermosa estadounidense que arrancó a garabatear sus primeras canciones con apenas ocho años y más tarde, mientras estudiaba música en la universidad, se dedicó a cantar en bares y hasta en la calle. “Talking bout Revolution” es el primer corte de su primer álbum, y habla de una revolución que por ahora “suena como un susurro”, aunque de todas formas te recomienda “correr, correr, correr, correr”… sin explicar demasiado hacia dónde.

Quedan muchas pero muchas más, como “Revolution is my name” (Pantera); “Industrial Revolution” (Inmortal Technique); “Revolution” (P.O.D.); “Revolution” (The Veronicas); “Sort of Revolution” (Fink), “Revolution” (John Butler Trio) y dos “The Revolution”: una por Attack Attack y la otra por The Foxes. Y eso por mencionar solo algunas.

*****

Me gusta la revolución, me gusta esa palabra. Me gusta que la piensen y que le escriban canciones, me ciega de amor cuando alguien es capaz de pararse enfrente de un micrófono y decir: “Joder, necesitamos un cambio social”. Lo que no quiero es que una palabra tan preciosa se banalice. Por ejemplo: que un jabón para la ropa termine siendo “revolucionario”.

Pónganle la voz entonces los que saben cómo hacerlo, métanle guitarras y un piano y baterías, compónganle himnos y suéñenla, todo junto si quieren, pero en el medio de la fiesta, mientras cantamos y bailamos, no nos olvidemos de que de una vez, más temprano que tarde, deberíamos ponernos de acuerdo y empezar a hacerla.